Partes segunda de la Superstición Vaticana: Realidad del Concilio Vaticano II

 


por Eck



Parturient patres, nascetur ridiculus synodus.

Horacio, Epístola a los Pisones,v. 139


Introducción


El que esto escribe se crió en un ambiente totalmente conciliar: misas infantiles los domingos, catequesis en la parroquia, alcancía del Domund y fotos del Papa reinante por todos lados. Nada de abusos o sacrilegios gordos en los cultos. Nada de  horrores morales o de fe desde el púlpito. Después fui miembro de un movimiento de origen jesuítico en el que la figura de Juan Pablo II era (casi) semejante a la de Dios. Todo era conciliar, sus citas innumerables como las arenas del mar y  como las estrellas del cielo aunque fueran siempre las mismas y despachadas a mogollón. Nunca me había asomado por sus líneas ¿Para qué? ¿No estaba omnipresente?¿Para qué perder el tiempo en lo archiconocido? Pues bien, hubo un día en que me decidí a comenzar al leer, casi de rodillas por el fervor, los sacratísimos, los venerandísimos textos del sacrosantísimo Concilio de los Concilios. Esperaba que se rompieran los cielos y la luz de lo alto me inundase en cuanto mis ojos posasen en sus tan elevadísimas enseñanzas y mi corazón se llenase plenísimo de gozo al meditar sobre sus tan sublimes misterios. ¡Quia!

Se me cayó el alma a los pies. Como Adán y Eva al morder la dichosa manzanita, sentí vergüenza de mí mismo y de los demás y no había hoja de parra a mano para cubrirlas sino de libro...tras pasar el primer párrafo. Me asaltó la incredulidad, increíble, inconcebible. No me lo podía creer, no me podía creer que miles de obispos y cardenales se habían reunido para componer semejante tomadura de pelo. Una mezcla empachante de citas bíblicas, patrísticas y pontificales y verdades sin orden ni concierto junto a chorradas a la moda, absurdos, frases sin sentido que volverían demente al más cuerdo; por no hablar de lo reiterativo de sus textos, de lo atorrante y tostonazo de sus afirmaciones, repetidas machaconamente de manera obsesiva sin venir a cuento. Todo ello en un lenguaje cursi, relamido, alambicado, bombonero, preciosista que pondría espanto en un petimetre del setecientos curtido en mil églogas pastoriles de salón pompierista.  Y lo peor era que unos decían que era la suma de las verdades de la Iglesia, otros la suma de las herejías del infierno y yo, mientras tanto, la suma del delirio de la imbecilidad. Ni los dadaístas y surrealistas más alucinados con absenta hubiesen conseguido semejante hazaña epatante.


Una (breve) muestra de los disparates del Vaticano II

Pondremos de ejemplo los dos documentos más importantes, pomposamente llamados dogmáticos aunque no sabemos por qué, pues no definen nada. Sólo se pondrán unos pocos, no queremos torturar a los lectores a la manera de la KGB con su lectura, que ya lo hacen en los seminarios... 

La Lumen gentium. He aquí un gran documento sobre la Iglesia, el cual tras mil explicaciones infinitas necesita a su vez de una poco esclarecedora Aclaración adicional sobre su cualificación dogmática y de una Nota Previa Explicativa, que con mucha lógica está al final, rarezas del Espíritu, y esta nota aún necesita de otra Nota Bene enrevesadísima ¡para explicar la dichosa Nota Previa Explicativa! Es el nacimiento del Magisterio Matriuska en todo su esplendor, y no hablemos del papel de los obispos en la deposición, donde se meten en unos charcos ontológicos, jurídicos y canónicos de antología. Menos mal que el Concilio deseabaardientemente iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia” que si no....aviado estaría el pueblo cristiano.

Mitico es el pasaje de cuño aristótelico digno de “Una noche en la Ópera” del LG, 13, 3: “En virtud de esta catolicidad, cada una de las partes colabora con sus dones propios con las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal modo que el todo y cada una de las partes aumentan a causa de todos los que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la unidad”. Ya tenemos a Marx metido en la teología pero no era el que pensaban muchos...total, ambos son absurdos.

Otro verdadero galimatías ad usum dementium theologorum es el pasaje: LG, 22, 2 sobre la Suprema y Plena Potestad de la Iglesia:Porque el Romano Pontífice tiene sobre la Iglesia, en virtud de su cargo (...) plena, suprema y universal potestad, que puede siempre ejercer libremente. En cambio, el Cuerpo episcopal, que sucede al Colegio de los Apóstoles en el magisterio y en el régimen pastoral, más aún, en el que perdura continuamente el Cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal, si bien no puede ejercer dicha potestad sin el consentimiento del Romano Pontífice”. Supremas potestades para todos, que hay muchas. Tanto hablar de cabezas uno piensa que la perdieron al redactar semejante desatino o no hubo diccionarios que explicasen a los Padres que significa supremo...

Otra de las especialidades de la casa es decir obviedades de Perogrullo de este calibre: 23, 2 “Cada uno de los Obispos que es puesto al frente de una Iglesia particular, ejerce su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal”. Gracias, oh Concilio, que haríamos sin ti y tus sabias y profundas explicaciones...

Más breve es la Dei Verbum ya que tuvieron piedad del pobre Pueblo de Dios. Se denomina dogmático pero desde el principio nos sorprende con esto: DV1 “(...) Por tanto siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión…” ¿Cómo todo un Concilio Ecuménico puede decir que “se propone/intenta exponer” cuando su labor es definir la verdadera doctrina de la Iglesia? Muy dogmático no parece eso...y mucha incompetencia en lo suyo para meterse después en donde no les llaman. ¿Habrá que diferenciar entre dogmas o intentos de dogmas en el magisterio? Nuevas vías veo para la teología y no digamos el magisterio...

Pasemos a los otros dos documentos de interés. ¿Qué diremos del Nostra Aetate o el discurso de la estrella Conciliar sobre la Paz Mundial y su Tó er mundo é güeno religioso tras milenios de zurrarnos por el tema? Qué gracias a Dios que ya no existían las religiones mesoamericanas de Huichilobos y el culto hindú a Kali. Así nos ahorraron la vergüenza de que los padres estampasen las bondades religiosas y litúrgicas sobre los sacrificios humanos, las orgías y el canibalismo en un concilio católico aunque ya tuvieron precursores de fuste con fray Bartolomé de las Casas.... 

La constitución Sacrosanctum Concilium también es ejemplar en sus planteamientos. Cheque en blanco para hacer de la liturgia mangas y capirotes o funciones de circo a mayor gloria o vergüenza del presidente con sus “revísese”, ocho, “revisión”, trece, y “reforma”, dieciocho, tan generales de presuntas oscuridades, inutilidades y repeticiones del rito tradicional, nunca indicadas ni demostradas, que parecen una ley habilitante política. También contiene perlas de gran precio sobre la inteligencia e inspiración de sus tan sabios redactores mitrados. Así en el apéndice calendárico, tras la genial ideita de fijar la Pascua un domingo de abril con tal que den su asentamiento los hermanos separados ortodoxos, que por otra parte todavía andan a la gresca con el calendario juliano entre los veterocalendaristas y los novuscalendaristas (en todas las casas cuecen habas), nos encontramos con esta genialidad sobre el Calendario Perpetuo: “S.S., ap. 2: La Iglesia no se opone a los diversos proyectos que se están elaborando para establecer el calendario perpetuo e introducirlo en la sociedad civil, con tal que conserven y garanticen la semana de siete días con el domingo, sin añadir ningún día que quede al margen de la semana, de modo que la sucesión de las semanas se mantenga intacta, a no ser que se presenten razones gravísimas, de las que juzgará la Sede Apostólica”.

Hay una, cráneos privilegiados, una razón gravísima para no mantener intacta la sucesión de las semanas en este tipo de calendarios: Que es imposible. Matemáticamente imposible porque los días del año, tanto normales como bisiestos, no dan números enteros al dividirse entre siete. O se deja un día fuera del ciclo o a la porra el calendario perpetuo anual. ¿Se creyeron más listos que los creadores del calendario juliano y gregoriano? Seamos realistas, pidamos lo imposible. Se ve que no hubo alguno que hiciera una simple división antes de soltar semejante chorrada monumental muy de Mayo del 68. Siguiendo las tesis de Sousa S.J., en el Concilio no había calculadoras y no pudieron estar finos en sus cálculos...


El fracaso de los Textos, el fracaso del Concilio, el fracaso de la iglesia moderna

Como se puede ver, los documentos del Concilio, más que inspirados por el Espíritu Santo, lo parecen por el espíritu del vino de misa o por fumarse el incienso en medio de ese mítico Woodstock católico en que se convirtió. Fruto del pasteleo, de la coyunda de contrarios cuya cópula solo podría producir monstruitos y quimeras que, unido a la moda happy flower de Coca-Cola, al ritmo de “Juntos como hermanos” con soniquete del Imagine en la guitarra de sor Dominique, ique, ique, han convertido la Iglesia en un vertedero de todas las inmundicias como acabó el famoso concierto. Basar la fe sobre esos textos es como edificar sobre arena según el símil evangélico y es lo que ha ocurrido porque no se hizo lo que se cuenta del califa Omar al encontrarse con la Biblioteca de Alejandría: “Los documentos del Vaticano II, tan irrisorios y ambiguos, o bien no son de Fe, y entonces son inútiles e inservibles, o bien intentan explicar la Fe, y entonces son ridículos y redundantes”. Ergo, al basurero de la historia, que es su verdadero sitio. 

Pero era imposible que se aceptase que tan magno Concilio concluyese así, los montes habían temblado tan grandemente para que ahora apareciese un ratón; no se aceptó y se forjó el mito del Concilio, su verdadero Espíritu. Así que la siguiente oración es mucho más verdadera de lo que parece: “Para que tengamos el valor de ser fieles al concilio Vaticano II y nos convirtamos a su espíritu, roguemos al Señor”. El Concilio en vez del Espíritu Santo, y ya es valentía convertirse a ese engendro. Así vamos. Se volvió una superstición, como la fe al protestante modo contra la evidencia y se necesita mucho valor para sostenerlo. Tanto los progresistas que esperaban un 1789 con la cabeza de Ottaviani en la cima del obelisco hasta los tradicionalista que veían al falso Profeta en la figura hamletiana de Pablo VI, pasando por todo el espectro medio, adorador de las pantuflas pontificias a lo Monty Python, no podían aceptar nunca la más terrible verdad: “El Concilio Vaticano II constituye uno de los mayores ridículos de la historia universal y el más grande en las religiones. Negarse a ver esto nos ha conducido al desastre actual. Hora es de hacer luz y ver las cosas tal y como son, comienzo de toda solución real: Tomar los textos y, en vez de quemarlos en la pira, llevarlos al cubo del reciclaje, cosa que además es muy ecológica y muy limpia.

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